Siendo España el tercer consumidor de caracol de Europa,  por detrás de Francia e Italia; tan sólo el 3 % del  caracol comercializado en nuestro país tiene su origen en granja (HELICICULTURA). Gran parte de la demanda no cubierta con caracol de granja proviene de la recolección silvestre (aproximadamente 2.400 Tn/año)

 

La recolección silvestre de caracol tiene un impacto medioambiental en aquellas zonas en que realiza masivamente, de tal forma que se está alterando el equilibrio en los ecosistemas.

 

El caracol es un alimento, por lo que su comercialización debería estar sujeta controles y certificaciones higiénico-sanitarias y de calidad. Exactamente igual que ocurre con los moluscos de origen marino (berberecho, almeja, mejillón). Parece lógica esta precaución, dado que los moluscos, sin depurar en el caso de los mariscos, y los caracoles terrestres son bioacumuladores, es decir, no eliminan las toxinas que ingiere, sino que las acumula en sus tejidos.

 

El helicicultor añade valor a través de su trabajo, seleccionando los mejores ejemplares, cuidando la alimentación de los animales, las condiciones del habitat;  actuando sobre aspectos como son la regulación de la humedad, la temperatura y condiciones higiénicas de los parques (criaderos de caracol)

 

En definitiva se trata de proceder con las mejores prácticas que garanticen tanto los parámetros de calidad, apreciados por el consumidor y los parámetros sanitarios requeridos en cualquier alimento